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JICOTEA, MAJÁ Y LAGARTIJA


Obe Wori era huérfano y muy pobre. Un día, cuando fue al mercado a hacer las compras para poder comer, sólo le quedó medio peso en el bolsillo.

Obatalá estaba ese día en el mercado disfrazado de limosnero y cuando pasó Obe Wori le imploró una limosna. Al ver al pobre anciano, el joven se compadeció y le dio el medio peso que le quedaba.

Obatalá se identificó con él y le prometió que cuando llegara a su casa iba a encontrar todo lo que necesitaba. Le dijo, además, que fuera a verlo siempre que deseara algo, ya que él se lo facilitaría gustoso.

Así la situación de Obe Wori fue prosperando tanto que Lagartija, Jicotea y Majá entraron en suspicacia y decidieron vigilarlo para saber cuál era el secreto de su éxito.

Días después, cuando Obe Wori necesitó ir a casa de Obatalá para pedirle que intercediera en uno de sus negocios, los tres envidiosos lo siguieron, sin saber que ya Obatalá había acordado con Eleguá que vigilara por si alguien se aproximaba a su casa.

Al enterarse Obatalá que Jicotea, Majá y Lagartija habían seguido al joven hasta allí, los castigó.

Por eso Jicotea tiene que vivir con la casa a cuestas, Majá se arrastra y Lagartija saca una lengua del cuello constantemente.

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