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Orunmila maldice al caracol por delatarlo y se convierte en un mendigo.


En el tiempo en que Orunmila estaba casado con Yemayá, vivía a plenitud su camino material y era muy próspero, pues la pareja ejercía la adivinación; Yemayá se desenvolvía con el caracol y Orunmila con el Opkele y las semillas sagradas; ambos tenían muchos seguidores y eran muy populares como pareja, pues solucionaban los problemas de ese pueblo.

Un día Orunmila tuvo necesidad de viajar a un lugar alejado del pueblo donde vívia con Yemayá, pues debía atender a un enfermo.

Orunmila emprendió el camino con su Ifá y sus instrumentos de adivinación, pero cuando caminaba ya alejado de su pueblo, vio a una jovén mujer que con un ánfora en la cabeza se cruzó en su camino y desapareció en el bosque; Orunmila la siguió porque quedó embelasado por el movimiento de la cintura de la jovén mujer, la cual llegó al río sin percatarse de que Orunmila la seguía; ella llenó su ánfora con el agua del río y luego se desnudo para refrescarse en las aguas, y una vez adentro se sumergió y cuando salió nuevamente a la superficie, vio a Orunmila parado en la orilla al lado de sus ropas; ella le coqueteo y lo invitó a bañarse en el río, Orunmila hipnotizado por su belleza le obedeció y se desnudó entrando al río y allí hicieron el amor.

Orunmila regresó a su pueblo y junto a su mujer, pero ya su carácter no era el mismo, se volvió taciturno, pues pensaba a menudo en la hermosa jovén.

Yemayá notó enseguida el cambio de su esposo y decidió interrogar al cielo mediante el caracol, el cual le reveló lo que había pasado durante el viaje.

Yemayá en un arranque de furia por la traición de su marido, tomó sus ropas y su Ifá y lo lanzó a la calle y cuando Orunmila le recriminó, ella le espetó en la cara lo que el caracol le había revelado. Orunmila recogió su Ifá, se lo ató a la cintura y se alejó por el camino maldiciendo al caracol por haberlo delatado.



Yemayá tomó venganza desprestigiando a Orunmila, a todos les contaba sobre el marido infiel que había tenido, por ello la mayoría del pueblo ya no acudía a Orunmila, y con el tiempo ni siquiera notaron su falta, pues todo lo resolvía Yemayá con su caracol.

Orunmila vagó por los caminos y los pueblos cercanos y lejanos, ofreciendo sus consultas con Ifá, las cuales disminuyeron significativamente porque ya se había regado su infidelidad por todos los caminos.

Con el pasar del tiempo, Orunmila descuido su aspecto, perdió peso por el hambre, su ropa estaba raida por el uso, lucía una barba muy larga y desaliñada, vivía al pie de un árbol muy frondoso, donde sentado en su estera rogaba por el pasar de los viajeros para adivinarles y tener para comer.

Habían pasado ya doce años, desde que Yemayá lo había botado de su lar, y una tarde donde Orunmila dormitaba en su estera, una hermosa señora ataviada con ricas ropas, finas joyas y escoltada por dos soldados, lo despertó para que le adivinara.

Orunmila no la reconoció al principio, pero le dijo durante la consulta que aunque todo lo tenía, no había conseguido olvidar a un hombre que la había amado en un río y por ello todos los hombres que se le acercaban para cortejarla, ella los manejaba a su antojo y luego los desechaba.

La mujer miró fijamente a Orunmila y descubrío que detrás del mendigo estaba el hombre que la había amado en el río, ella enseguida le reveló que era Oshun y que lo había buscado deseperadamente después que se tornó próspera adivinando con el caracol.

Orunmila en un principio se negó a ir con ella a su morada, pues le contó como había maldecido al caracol por delatarlo; ella le explicó que el caracol traía prosperidad pues siempre decía la verdad, que debía reconocer su falta al ocultarle la verdad a Yemayá.

Orunmila se vio a si mismo y el estado al que había llegado por maldecir al caracol, y como la fortuna le sonreía de nuevo se fue con Oshun para vivir con ella, pero para que no se repitiera la historia, Orunmila le realizó la ceremonia de apeterví ayafá a Oshun, donde ambos juraron fidelidad y no traicionarse jamás.

Así ambos vivieron felices y el caracol e Ifá de nuevo convivieron juntos, trayendo de nuevo la prosperidad a Orunmila.

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