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La muerte hambrienta



Olofin estaba ya viejo y muy cansado. "Tengo que abandonar las cuestiones del mundo", pensaba constantemente. Fue así que un día decidió: "Voy a llamar a Orula y a Ikú, a ver cuál de ellos elijo para sustituirme.

"-He decidido dejar los problemas del mundo -dijo Olofin- y uno de ustedes dos deberá sucederme. Por eso los voy a someter a una prueba.

El que soporte tres días de ayuno demostrará que es capaz de sustituirme.Ikú Y Orula se fueron del palacio de Olofin, dispuestos a permanecer tres días sin probar bocado, pero al segundo día Eleguá se apareció en casa de Orula.

-Orula, estoy muerto de hambre, ¿por qué no me das algo de comer?Orula comenzó a prepararle un akukó a Eleguá, pero fue tanto el apetito que se le abrió, que casi sin pensarlo mató una adié y la cocinó para él.

Después de la opípara cena, ambos se quedaron dormidos, no sin antes limpiar esmeradamente los calderos y enterrar los restos en el patio.Aprovechando el sueño de su contrincante, Ikú -que también tenía mucha hambre- se llegó a casa de Orula y comenzó a registrar la cocina.

Como allí no encontró nada, registró en la basura donde tampoco pudo encontrar ningún rastro de lo que había sucedido.Eleguá, que duerme con un ojo cerrado y el otro abierto, no le perdía ni pie ni pisada al ir y venir de Ikú.

Al fin Ikú se puso a registrar en el patio y como vio la tierra removida, escarbó hasta que encontró los huesos de la odié y del akukó y se puso a roerlos con afán.

Fue el momento que aprovechó Eleguá:—¡Ikú, así te quería coger! Ahora se lo voy a contar todo a Olofin.Por eso, Orula es mayor que Ikú.

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